Tuesday, February 8, 2011

Colonialismo y subordinación en Nabarra (7)

La libertad, una necesidad vital del ser humano

Alots Gezuraga

“Quien busca en la libertad otra cosa que ella misma ha nacido para servir” Alexis de Tocqueville (s. XIX, Francia).

Tiene el ser humano varias necesidades vitales: respirar, dormir, beber, comer, eliminar desechos, reproducirse y la libertad. Sin respirar duramos con vida pocos minutos, pero cómo bien saben los militares americanos y los torturadores, sin dormir apenas duramos un par de días. También tenemos que beber para reponer los líquidos que el cuerpo humano necesita de cara a poder realizar sus funciones vitales, sin lo cual logramos vivir poco más de unos días. Son famosas en post de la libertad de su país, las huelgas de hambre de Mahoma Gandhi que casi le llevaron a la muerte tras varias semanas sin comer. Lo mismo ocurre si no eliminamos los desechos del cuerpo humano.

Las dos últimas, sin embargo, son necesidades vitales a nivel colectivo, pues está claro que si el conjunto de los seres humanos a lo largo de nuestra vida no nos reprodujésemos, al morir el último de nosotros, nos extinguiríamos de entre las especies animales. Hay incluso otra necesidad que podemos pasar generaciones sin satisfacerla, por lo que las primeras generaciones, aquellas que parecieron su conculcación, son más conscientes de su necesidad vital y luego se va disipando su intensidad generación tras generación: hablo de la libertad.

Esta necesidad es igual de importante que las anteriores, pues el pueblo que siempre obedece, igualmente, desaparece: “La historia es un cementerio de pueblos que o han optado por la sumisión o no han sabido encauzar estratégicamente su rebeldía” Joseba Ariznabarreta “Pueblo y Poder” (Pág.122, año 2007). Aunque es a nivel colectivo cuando la libertad se vuelve una necesidad de vida o muerte, sin embargo, incluso a nivel particular, toda persona nacida libre, no cambiaría su libertad por asegurarse cualquiera de las otras cuatro necesidades o las cuatro a la vez, prefiere seguir siendo libre, es más, en muchos países la pena máxima es la privación de por el resto de la vida del reo de la libertad y los esclavos que tenían griegos, romanos pero también ingleses, franceses o españoles, no tenían la consideración de seres humanos y se podía hacer con ellos cualquier cosa menos matarlos, pues eran mercancía valiosa.

En nuestro caso, tras el devenir de generaciones desde la invasión española-francesa con la connivencia del Vaticano, las ansias de libertad van rindiendo sus fuerzas ante el avance del colonialismo, sobre todo el colonialismo mental. Basta con saber nuestra historia y la de nuestro Estado para darse cuenta de la constante lucha interna de resistencia al totalitarismo de nuestro pueblo y descubrir su enorme espíritu democrático, incluso de nuestros gobernantes propios, sólo hay que hacer constar el lema de nuestro Jefe de Estado el rey Antso Garsea el de Nájera en 1052, cuando Europa se mecía en el feudalismo: ‘‘Honor a Dios y Libertad a la Patria’’. Pero el mejor resumen es la frase que los reyes de Nabarra escuchaban el día de su coronación: “Nos, que cada uno vale tanto como tú, y todos más que tú…”.

La lucha por la libertad y la democracia es una lucha del pueblo nabarro ante sus gobernantes propios como hicieron los Infazones Nabarros desde finales del siglo XII principios del XIII, y reflejado tempranamente en el derecho pirenaico, donde se registra el primer caso de “Habeas Corpus” que se conoce en la historia, pues ya aparece en el Fuero General de Navarra del año 1238 (Libro 2; Título I; Capítulo I), es decir, el derecho que tiene un detenido a ser llevado inmediatamente ante un juez que determine si su arresto ha sido o no arbitrario, anterior en mucho al aprobado por el parlamento inglés del año 1679, que es el que se toma como referencia de la antigüedad de esta figura judicial, hoy considerada básica como garante de derechos y libertades individuales de los ciudadanos.

Además, en Nabarra, el acusado tenía otra serie de derechos pirenaicos: una copia “de los dichos é disposiciones de los testigos con sus nombres”, poder presentarse en la cárcel que elija, prisión conforme a la calidad del delito o el que proclama que los acusados por una causa no pueden ser acusados por otra hasta que fueran absueltos o condenados por el que fueron llamados. No cabe duda de que muchos países actuales no han llegado a soñar siquiera estas libertades.

Nuestra libertad interna o democracia, hacía que no codiciáramos más que lo que era nuestro, por eso “no tenemos Imperio y así está bien. Lo nuestro es la libertad”, recordaba Joxe Azurmendi.

Pero esa lucha por la libertad o la democracia interna de nuestro Estado, fue brutalmente rota desde fuera por el imperialismo: “Nabarra fue el primer laboratorio de observación y aplicación del maquiavelismo” decía el doctor en historia Manex Goyhenetche en su libro “Historia General del País Vasco” (Edit. Ttartalo 2005). La libertad en la que vivía Nabarra en los siglos XVI-XVII molestaba a los integristas religiosos de su momento: España y Francia, los “reyes católicos” y “los reyes cristianísimos” según los títulos otorgados por el emperador del Vaticano.

El coetáneo Nicolás Maquiavelo en su libro “El príncipe” escribía sobre Fernando II de Aragón “el Falsario” y la invasión de Nabarra de 1512: “Para poder llevar a cabo empresas mayores, siempre sirviéndose de la religión, recurrió a una devota crueldad (…). El rey de España ha querido fortificarse en el reyno de Navarra, que ha conquistado y cuya posesión deseaba” (…) “Los españoles, por el contrario, ocultan y se llevan cuanto han hurtado, de tal suerte que no se vuelve a ver nunca nada de lo que han hurtado”.

Ya el propio Nicolás Maquiavelo advertía de la necesidad vital del hombre y de todo pueblo de ser libre: “Y quien se adueñe de una ciudad acostumbrada a ser libre y no la destruya, que se espere ser destruido por ella, porque el nombre de la libertad y de las antiguas instituciones siempre encuentra refugio en la rebelión, y ni el tiempo transcurrido ni los beneficios obtenidos pueden hacer que sean olvidadas”.

Si nos vamos a los últimos años de libertad de nuestro pueblo, la hija de Margarita la gran reina del renacimiento, Juana II de Nabarra (s.XVI), desde el inicio mostró simpatías por los protestantes hugonotes (calvinistas), abjuró de la religión católica y mandó escribir la primera Biblia en euskera desde esta tendencia cristiana. Este hecho provocó una lucha intestina que duró veinte años con los católicos habitantes de Zuberoa pertenecientes al vizcondado del Beárn, que se solventó con la libertad de culto proclamada por la reina. El ejército francés llegó invadir Baja Navarra en persecución de los hugonotes y la reina les tuvo que hacer frente vendiendo sus joyas para lograr mercenarios y mantener así la libertad del para entonces muy mermado reino nabarro.

Por tanto, la libertad de culto llegó a Nabarra 30 años antes del Edicto de Nantes de 1598, cuando el hijo de Juana accedió la corona francesa, lo que le supuso su muerte a manos de un sicario del Vaticano. La concentración de los humanistas de la época entorno a la Corte hará de Nabarra un referente necesario del Renacimiento y las libertades del ser humano a la altura de Italia, Renacimiento a lo “navarrista” según describe Jon Oria Oses en su libro “Navarra es una colonia española y francesa”. La inquina de los Estados poderosos del momento, hará que vean una herejía en esa libertad de culto, además de una nueva excusa para hacer desaparecer el pequeño reino pirenaico de Nabarra-Foix-Beárn, lo que quedaba de nuestro ducado de Baskonia y de su hija la Nabarra Osoa, por lo que mandaron asesinar a la propia reina Juana.

Para el que no vea los aires de libertad que en una fecha tan temprana suponía la libertad de culto y el Renacimiento navarrista, lo puede comparar con España, donde no se reconoció la libertad de culto hasta la Constitución de 1890 (más de 300 años después que en Nabarra), donde aparecía también por primera vez la libertad de prensa y de asociación, aunque fue algo muy efímero, pues 50 años después Manuel Azaña, a la sazón Presidente de la II República española (1931-1936), tenía que exclamar: “La libertad no hace felices a los hombres: los hace, sencillamente hombres”, pero no convenció a sus nacionales, y España volvió a 40 años de oscurantismo integrista y ultranacionalista.

El sentimiento libertador del pueblo vasco, pese a la ocupación militar española y francesa, se mantuvo con la lucha foral, la cual el gran General carlista Zumalakarregi (s.XIX) definió como “defender nuestra libertad que son los Fueros (…) nuestras cosechas, nuestros ganados, nuestras costumbres (…) nuestros derechos, nuestra religión y nuestro Dios”.

Ese aire libertador cruzó el océano donde encontró cabida en el pecho de Simón Bolívar, descendiente de vascos, el cual, cuando entró en contacto con Real Sociedad Vascongada de Amigos del País Vasco, aun luchaba por España y su imperio, al estar colonizado física y mentalmente. Simón Bolívar se santiguó ante el árbol de Gernika en 1801, símbolo de las libertades vascas, junto a su pariente Pedro Antonio Bolívar de Mungia, y conoció de primera mano el intento de la Juntas Generales de Gipuzkoa de crear un Estado independiente durante la Guerra de la Convención contra Francia en 1794. Ese aire descolonizador, llevó en 1813 a Bolívar a lanzar su segunda revolución con la que entró triunfante en Caracas, por la que se ganó el significativo título de “el Libertador”, concedido por el propio Ayuntamiento caraqueño. Poco después, en 1816, en la declaración de Independencia de Argentina, de 16 diputados 10 eran de origen vasco.

El político e historiador mexicano Lucas Alamán (1792-1853) en “Historia de México”, comenta que la mayoría de los conquistadores de América eran de Extremadura -de Badajoz y de Medellín-, y los que provocaron la caída del Imperio español fueron “de las provincias vascas”. Nuestros ancestros, imbuidos pese a todo en el derecho pirenaico y las ansias de libertad, coadyuvaron activamente a liberar los grandes territorios americanos colonizados por los españoles, pero 200 años después aún nos queda por descolonizar nuestro propio país.

El derecho de libertad, libre disposición o autodeterminación de todos los pueblos es el derecho de independencia unilateral, incondicional e inmediata frente al imperialismo, según la resolución del Tribunal de la Haya del 15 de julio del 2010 y ratificado en diciembre de ese año por la ONU.

“Pro libertate patria gens libera state; por la libertad de la patria, nabarros, no permitáis nunca que la llama de la libertad se extinga en el interior de una sola casa, de un solo pecho nabarro.” Manifiesto de Hondarribia, Orreaga Iritzi Taldea.

Orduan ez nekien zenbat galdu genuen
ene zahartzaro honetatik atzera begiratzean
andere eta ume hilen imajinak datorkit gogora,
pilatu eta barreiaturik troketan.
Oraindik ere izugarria da enetzat.
eta ohartzen naiz, lokatz odoleztatu haretan
beste zerbait ere hil zela, gero
ekaitzek estali zuten gauza bat:
herri baten ametsa amaitu zen han
nazioen zirkulua hautsi da,
eta lurrean galdu dira zatiak.
iadanik ez dago hazirik batere
eta hil eginen da gure arbola sakratua”
Orduan ez nekien zenbat” Black Elk, azken indio askea.